miércoles, 29 de diciembre de 2010

América fiel a la Tradición

“Los valores de la cultura de la Edad Media, renovados por un humanismo cristiano, intentaron encontrar en América una oportunidad de replantearse. No se procuró sustituir esos valores, sino reafirmarlos. La ruptura histórica que el Renacimiento impuso en Europa no tuvo lugar en el Nuevo Mundo… Si algo hay de original en la cultura hispanoamericana, puede encontrarse en este planteamiento… Hispanoamérica es, en la historia universal, el último intento de perduración de unas formas milenarias de cultura”

Gomez Hurtado, Alvaro: La Revolución en América. Barcelona, AHR, 1958, p.50.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Mensaje de Juan Manuel de Rosas a la Legislatura Porteña el 25 de mayo de 1836

“Que grande, señores, y qué plausible debe ser para todo argentino este día consagrado por la nación para festejar el primer acto de soberanía popular, que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año 1810! ¡y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad sin ejemplo! No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor éxito en su desgracia. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella y no ser arrastrados al abismo de males en que se hallaba sumida la España. Estos, señores, fueron los grandes y plausibles objetivos del memorable cabildo del 22 de mayo de 1810 cuyo acto debería grabarse en láminas de oro para honra y gloria eterna del pueblo porteño. Pero ¡ah! … ¡Quién lo habría creído! Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad a la nación española y a su desgraciado monarca, un acto que ejercido en otros pueblos de España con menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fue interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada por lo que debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente. Y he aquí, señores, otra circunstancia que realza sobremanera la gloria del pueblo argentino, pues que ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y perseguidos de muerte por el gobierno español, perseveramos siete años en aquella noble resolución, hasta que cansados de sufrir males sobre males… nos pusimos en manos de la Divina Providencia, y confiando en su infinita bondad y justicia tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes de España, y de toda otra dominación extranjera”

En IRAZUSTA, Julio: Tomás M. de Anchorena, Buenos Aires, Huemul, 2da.Ed., 1962, pp.31-32.

martes, 21 de diciembre de 2010

La Masonería y los próceres de la Historia Oficial

“La República (es decir, la Democracia) está dentro de la masonería. Sobre toda la superficie de la tierra la masonería ha tendido una mano fraternal a todos los pueblos. Esta señal es conocida por todos los pueblos. La República hará lo que hace la masonería”. [1]

“El fin de la masonería es el mismo de la Comuna (denominación utilizada en el siglo XIX para referirse al Comunismo. Precisamente la subversión marxista acaecida en París en 1871 había tomado ese nombre), a saber: la regeneración social”. [2]

“Jura que no tienes otra patria que la historia universal. Para ti la nación, la religión y la familia han desaparecido en la inmensidad de la obra masónica. La masonería es un Estado dentro del Estado, con medios y funcionamiento independientes y desconocidos para él. Está por encima de él con unidad, cosmopolitismo y universalidad, y mientras existan ejércitos permanentes, que son  instrumentos de opresión, principio de parasitismo y obstáculo para la fraternidad, estará contra él”. [3]

NOTAS

[1] Isaac Cremiéux, Gran Maestre de la masonería francesa, París, 1848. Véase Nicolás Serra y Causa, “La Masonería al derecho y al revés”, p.137, Madrid, 1907

[2] Palabras pronunciadas por el H tres puntos Le Francais, miembro del gobierno comunista en respuesta a la salutación de la secta en los días de la insurrección, cuyo representante el H tres puntos Tirifocque manifestara: “La Comuna es la más grande revolución que el mundo ha contemplado. Ella es el nuevo templo de Salomón que los masones tienen el deber de defender”. Cfr. Journal Officel, París, 1871.

[3] Del programa masónico entregado al Gran Maestre, grado 33, H tres puntos José Garibaldi, reproducido por el H tres puntos Pablo Rosen en su obra “El enemigo social”, p.254.

Sobre el estatus jurídico de las Indias Occidentales

El Papa Alejandro VI había donado las Indias a los Reyes Católicos Fernando e Isabel, y a sus herederos y sucesores los Reyes de Castillas y de León para siempre; constituyéndolos en dueños (de dominio eminente o soberano) y “señores de ellas con plena y libre y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción”

Zorroaquín Becú dice que las Indias eran “bienes gananciales” de Isabel y Fernando. Muerta Isabel y declarada incapaz su hija, Juana “la loca”, pasan a su esposo Fernando, que, a su vez, cuando fallece, esos bienes pasan a sus herederos y sucesores castellanos como “bienes hereditarios o realengos”.

Luego, las Indias serían inseparables de la Corona de Castilla (no de su Reino), a la que quedaban formalmente incorporadas como bienes realengos. Esta incorporación, expresa Zorroaquín Becú:

“se hizo a la corona y no al reino castellano, lo cual significaba que pasaba a ser, no propiedad particular del rey, ni dependencia del Estado español, sino propiedad pública de la monarquía en calidad de bienes realengos”

Se llamaban “bienes realengos”:

“por oposición a los señoríos solariegos y abadengos, los bienes sometidos al dominio directo de la corona real, y exentos de toda jurisdicción y vasallaje feudal” [1]

Aclara Enrique Díaz Araujo que “estaban exentos de vasallaje feudal, pero no del real, desde que el señorío de los reyes castellanos fue constituido en la Donación Alejandrina (donde, además de reyes, fueron establecidos como señores de las Indias, a perpetuidad)” [2]

En la Real Cédula dada por el emperador Carlos V en Barcelona a los 14 días del mes de septiembre de 1519 se leía:

“Y porque es nuestra voluntad y lo hemos prometido y jurado, que siempre permanezcan unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas. Y mandamos que en ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra real corona de Castilla, desunidas ni divididas en todo o en parte, ni sus ciudades, villas ni poblaciones, por ningún caso y a favor de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de nuestros vasallos y los trabajos que los descubridores  y pobladores pasaron en su descubrimiento y población, para que tengan mayor certeza y confianza de que siempre estarán y permanecerán unidas a nuestra real Corona, prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte, ni sus ciudades o poblaciones, por ninguna causa o razón o a favor de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéremos donación o enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal lo declaramos”

En la Ley I, Título I, Libro III de la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680, el Rey estableció:

“Por donación de la Santa Sede Apostólica y otros justos y legítimos títulos, somos señor de las Indias Occidentales, Islas y Tierra-Firme en el mar Océano, descubiertas y por descubrir, y están incorporadas en nuestra real corona de Castilla. Y porque es nuestra voluntad, y lo hemos prometido y jurado, que siempre permanezcan unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas. Y mandamos que en ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra real corona de Castilla, desunidas ni divididas en todo o en parte, ni sus ciudades, villas ni poblaciones, por ningún caso ni a favor de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de nuestros vasallos, y los trabajos que los descubridores y pobladores pasaron en su descubrimiento y población, para que tenga mayor certeza y confianza de que siempre estarán y permanecerán unidas a nuestra real corona, prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores, de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte, ni sus ciudades ni poblaciones por ninguna causa o razón a favor de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación o enajenación contra lo susodicho, sea nula y por tal declaramos”.

NOTAS

[1] ZORROAQUÍN BECÚ, Ricardo: La organización política argentina en el período hispánico, 2da. ed., Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, Perrot, 1962, p.16

[2] DIAZ ARAUJO, Enrique: Mayo Revisado, Tomo I, Buenos Aires, Editorial Santiago Apóstol, 2005, p.70.

lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Quién fue Mariano Moreno?

El historiador liberal Luis L. Domínguez, en una carta que le enviara a Juan María Gutiérrez, el 10 de noviembre de 1860 describía a Moreno de la siguiente manera:

“Moreno fue consejero de Cisneros y era empleado, esto, el silencio respecto de él en las memorias más fidedignas de la época, la positiva aserción de su hermano y el testimonio de sus contemporáneos, me han hecho creer que Moreno, carácter detestable, hombre cortado por el molde de los más furiosos guillotinadotes de la Revolución francesa, fue ganando para las nuevas ideas con el puesto distinguido a que lo llamaron el día de la Revolución. Colocado allí, Moreno impulsó con brazo vigoroso el de movimiento, echó al virrey y a los oidores, mudó el Cabildo, hizo matar a Liniers, a Concha y tres compañeros, hizo fusilar a un pariente del  vocal Azcuénaga, mandó una expedición al Perú y otra al Paraguay, escribió, agitó, hizo, en la Revolución, dejando cuando murió, el duelo a muerte con la metrópoli. Hizo todo eso después de la Revolución; pero antes no hizo nada por ella.” [1]

En 1881 Vicente Fidel López en su Historia de la República Argentina exponía:

“por desgracia suya, había nacido con una fantasía tan viva cuanto asustadiza y cobarde. Estaba sujeto a insomnios terribles, en medio de los que veía el tumulto de sus enemigos acechándolos con puñales unas veces y otras encarcelándolo para arrastrarlo a la horca. Tenía una naturaleza nerviosa, con entusiasmos fantásticos que no se apartaban de su vista sino en el fuego de la acción. Pero en los momentos en que la acción decía, su espíritu no encontraba la quietud del reposo, sino por el contrario, tendida la vista a su alrededor, y emanado con las emanaciones enfermizas de la soledad y del monólogo, que continuaban dándole relámpagos siniestros, vagaba en las tinieblas de mil inquietudes indefinidas… Al día siguiente entraba otra vez en la acción incitado por la febril necesidad de anonadar los obstáculos y los elementos contrarios que sus dueños le habían presentado en formas gigantescas y apremiantes… ¿no serían sus talentos mismos el efecto natural de esa predisposición enfermiza y de esas cavilosidades de su espíritu? El doctor Moreno era un alma sin reposo moral, nos decía uno de los contemporáneos que más lo había tratado y querido; un alma fanática y ascética devorada por una actividad asombrosa. Con el mismo ardor con que se había entregado a las lucubraciones místicas de Tomás Kempis y a la disciplina de la penitencia, se dio después al misticismo social de Juan Jacobo Rousseau.” [2]

En 1899 el médico positivista, José María Ramos Mejía manifestaba:

“A pesar de su elevado vuelo, parecía ser intratable, envidioso y de una combatividad de perseguido. La impresión que yo tengo de este gran político, es que sus exageraciones e intransigencias procedían de una cierta conciencia de su falta de valor personal, de un odio secreto y poco disimulado a las clases sociales en las que, por la modestia honorabilísima de su familia, no había podido figurar.”

Agregaba que el Secretario disponía de un “temperamento misántropo” que le hacía detestar a la multitud, y que lo empujaba hacia una tiranía violenta aunque ilustrada. También era frío e insensible carcomido por “el gusano de sus dolencias físicas” [3]

Remataba esta semblanza, diciendo:

“No titubeo en afirmarlo, aún corriendo el albur de que se me tache de sistemático: Moreno tenía cosas de perseguido, y verosímilmente sus rigores no obedecían siempre a la firmeza de carácter, sino a la malignidad que derramaban en su alma asustadiza los fantasmas de sus alucinaciones probables; dirá más, a las reacciones de sus cobardías de perseguido perseguidor” [4]

Por último, nos decía Carlos Alberto Pueyrredón:

“El doctor Mariano Moreno… tenía entre sus defectos, el de la inoportunidad. Fue inoportuno durante las invasiones inglesas permaneciendo en su casa cuando todos combatían; fue inoportuno durante los sucesos del 1° de enero de 1809, al tomar partido por los peninsulares en contra de los americanos, lo fue también durante los prolegómenos de la revolución de mayo, a la que adhirió después de producidos los sucesos.” [5]


¿Cuál fue la obra de Moreno antes de la Revolución de Mayo?

  1. No estuvo en la defensa de Buenos Aires atacada por los ingleses en dos oportunidades: 1806 y 1807. No se alistó y siguió con sus tareas civiles.
  2. Los británicos publicaron en Montevideo el periódico bilingüe “The Southern Star” /  “La Estrella del Sur”, donde Padilla, Saturnino Rodríguez Peña y Vieytes (bajo seudónimos) hacían propaganda liberal a favor del invasor. Por otro lado, los anglófilos lo distribuían clandestinamente en Buenos Aires y fue ahí cuando la Real Audiencia, donde trabajaba como relator Moreno, le solicitó que refutara la publicidad dirigida, interesada e insidiosa pero le contesta que tiene algunas dificultades para desempeñar esa misión y que en tal caso “el silencio es lo más cuerdo”¿Estaría atento a los negocios de su bufete, por eso se llamo al silencio?
  3. En 1806 defendió al espía de los ingleses, Francisco González que era quien había ayudado a Beresford, Pack, Saturnino Rodríguez Peña y Padilla cuando se habían escapado de la prisión de Luján.
  4. Con respecto a los festejos de la Reconquista en 1806, su biógrafa dice que es posible que el abogado criollo se encuentre más cómodo junto a un cautivo inglés o a un humilde litigante que frente al valiente de la Reconquista.
  5. En la Asonada de 1809 Mariano Moreno apoya al Alcalde de Primer Voto, Alzaga, en su revuelta para destituir al virrey Liniers, pero “se salva” y “no sufren (él y Leiva) en ningún momento la persecución de las autoridades”. Moreno era relator de la Audiencia y asesor del Cabildo. Cuando comenzaron las hostilidades con Liniers y la Audiencia, por un lado, y el Cabildo por el otro, el futuro Secretario pleiteaba consigo mismo. En esta ocasión, Moreno incurrió claramente en prevaricato.
  6. Hacia Mayo de 1810 Moreno era: a) Relator de la Real Audiencia, b) Asesor del Excelentísimo Ayuntamiento y c) Consultor del Excelentísimo Señor Virrey. A su vez seguí con su lucrativo bufete de abogado, litigando en los estrados de la Real Audiencia, donde a la vez era Relator.
  7. Entre sus clientes estaban: dos espías ingleses, Francisco González y Vicente Capello. Atendió también los intereses de Mr. Alex Mackinnon, presidente de la Comisión de Comerciantes de Londres en Buenos Aires, y corresponsal del ministro Wellesley.
  8. Cisneros, a raíz de la publicación de la “Representación de los Hacendados”, termina por ofrecerle el cargo de oidor en uno de los tribunales de la península. Moreno no acepta porque quiere seguir en Buenos Aires con su clientela selecta.

¿Cuál fue su actitud en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810?

 Don Nicolás de Vedia, en sus Memorias lo describía así:

“Tímido en el momento crítico del primer del Cabildo Abierto o asamblea que se tuvo en él, no se colocó en lugar preferente, se acurrucó tras un escaño, no se oyó su voz, parecía que estaba allí solo para observar, y no para dar la cara, como lo hizo Castelli y lo imitó con dignidad y nobleza don J. J. Paso”  [6]

Vicente Fidel López en su Historia de la República Argentina lo exponía de esta manera:

“Muy tarde ya, al pasar don Vicente López por delante de una de las bancas más excusadas, reparó en el doctor don Mariano Moreno, que acurrucado en un rincón… parecía cabizbajo. –“¿Está usted fatigado, compañero?- Estoy caviloso y muy inquieto -¿Por qué? Todo nos ha salido bien.- No, amigo; yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos; y ahora le digo a usted que estamos traicionados. Acabo de saberlo; y si no nos prevenimos, los godos nos van a ahorcar antes de poco [asesinato preventivo!]; tenemos muchos enemigos; y si algunos que andan entre nosotros y que quizá sean los primeros en echarnos el guante”. [7]

Cierra la conducta de Mariano Moreno en la Semana de Mayo, su hermano Manuel:

“Sería una injusticia creer que el doctor Moreno tomó una parte activa en la revolución de su país… jamás intentó inquietar su espíritu, o promover la rebelión” [8]

El 25 de Mayo, Moreno estuvo ausente:

“Muchas horas hacía que estaba nombrado secretario de la nueva Junta, y aún estaba totalmente ignorante de ello, entretenido en casa de un amigo en conversaciones indiferentes. Al cabo de mucho tiempo, en que yo mismo lo había buscado para avisarle lo ocurrido, lo vi entrar en su casa, envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar su nombramiento. La legitimidad de los procedimientos públicos, que acababan de suceder… la dificultad de las circunstancias,… eran otras tantas cuestiones que ocupaban su reflexión” [9]

 NOTAS

[1] ORTEGA PEÑA, Rodolfo y DUHALDE, Eduardo Luis: “Mariano Moreno: utopía y revolución”, en: ASTRADA, Carlos y otros: Claves de Historia Argentina. Buenos Aires, Merlín, 1968, p.181.

[2] LOPEZ, Vicente F.: Historia de la República Argentina, t° III, pp.196-197.

[3] RAMOS MEJÍA, José María: Las Multitudes Argentinas. Buenos Aires, La Cultura Popular, L. J. Rosso, 1934, p.140.

[4] Ibidem, p.141.

[5] PUEYRREDON, Carlos María: 1810, p.509.

[6] RAMALLO, Jorge María: Los grupos políticos de la Revolución de Mayo, p.40

[7] LOPEZ, Vicente Fidel: Historia de la República Argentina, t° III, pp.42-43.

[8] DIAZ ARAUJO, Enrique, Mayo Revisado, T. III, p.54.

[9] Memorias de su hermano Manuel. SENADO DE LA NACIÓN: t°II, p.1236.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Los Mitos de la historiografía argentina sobre la Revolución de Mayo


La historiografía argentina, en su mayoría, ha abrevado de fuentes “mitológicas” para tratar el tema de la Revolución de Mayo. Los “mitos” más difundidos, y que tienen la clara intención de fundamentar una doctrina política o social determinada, son varios, pero se resumen a uno solo. Por ello, Enrique Díaz Araujo decía que:

“Tal historiografía partía de un postulado no demostrado: que la América española había gemido en una esclavitud de tres siglos, de lo que concluía en la necesidad de una revolución “regeneradora”. Furia anti-hispánica, tratándose de la Gran Castilla, de la España Imperial descubridora, conquistadora y colonizadora, que se trocaba en tibio “reformismo” respecto de la España Borbónica del Despotismo Ilustrado y de la Decadencia, y en estimulante emulación referida a la España de la Crisis, la Constitucionalista Liberal de Cádiz, que era la niña de sus ojos”

En definitiva, “Ocurriera o no en la realidad, en las historias clásicas es inevitable el postulado ideológico. Así, al modo en que venía sucediendo en Cádiz (y en Bayona), en Buenos Aires se abría buscado atacar principalmente la Tradición Cristiana” [1]

Es por todo lo expuesto que a continuación, y siguiendo el magistral ensayo de Enrique Díaz Araujo, Mayo Revisado, expondremos los “mitos” de Mayo más difundidos, ya sea por la historiografía liberal como por la marxista.


La "Memoria Autógrafa" de Cornelio Saavedra


Una de las fuentes más utilizadas por la historiografía “clásica” o liberal es la “Memoria Autógrafa” de Cornelio Saavedra. Dicha “Memoria” cae en cinco falsedades notorias, a saber:

1ª) Que el conflicto se trabó entre “europeos” y “americanos”;

2ª) que la plaza estuvo llena de gente con escarapelas azules y blancas;

3ª) que el Obispo Benito de Lué y Riega mocionó en el Cabildo Abierto el día 22 para que se obedeciera a cualquier español que hubiera en América:

4ª) que los secretarios de la Primera Junta prestaron igual juramento que los vocales;

5ª) que hubo una “máscara” de Fernando VII. [2]

No se reparó en tres factores desfavorables a su credibilidad:

1°) dicha Memoria la fechó Saavedra el 1° de enero de 1829; esto es, diecinueve años después de los acontecimientos que pretendía rememorar, cuando su autor tenía 70 años de edad, y estaba algo próximo a morir (falleció el 29 de marzo de 1829).

2°) En el orden general es sabido que, pasado el tiempo, los protagonistas de un suceso histórico tienden a reelaborar sus recuerdos en función de las nuevas y posteriores perspectivas epocales. En este caso, el horizonte de la Independencia, recién establecido en 1816, reenviaba hacia atrás todas sus implicancias, suscitando el anacronismo evidente de suponer que lo que era válido desde la década de 1820, también había estado vigente antes de 1810. Esto, sin descontar que ya anduviera dando vueltas una cierta mitología que tiñera con colores de epopeya popular y republicana los sucesos de Mayo.

3°) Saavedra había estado perseguido y exiliado en Chile muchos años. No era difícil, pues, que en tren de reivindicación, no resistiera la tentación de actualizar sus laureles conforme los nuevos patrones políticos, y se presentara como “Precursor de la Independencia”

“Como fuere –dice Díaz Araujo-, lo seguro es que aquellas cinco notas que se asentaban en esta “Memoria”, no pudieron ser corroboradas por otros documentos. Entonces se imponía una elemental precaución heurística. Empero, ese no fue el criterio predominante de la historia clásica; la cual, si bien era glorificadora de la posición morenista, o sea, anti-saavedrista por principio, concluía paradojalmente fundándose en dicha “Memoria” en forma exclusiva” [3]

El historiador francés, Paul Groussac, aconsejaba su uso con “cautela y precaución” ya que había encontrado varios errores, entre ellos:

1°) Fija como fecha del Cabildo Abierto el 20 de mayo cuando fue el 22

2°) dice que Ruiz Huidobro decidió el voto por el reconocimiento de la Regencia!


La fábula del pueblo protagonista postulada por Vicente Fidel López



Vicente Fidel López, sobre la participación del “pueblo” en la Revolución del 25 de mayo decía:

“Índice: Agitación general y ocupación de la plaza por la multitud… Entusiasmo espontáneo del pueblo… Irrupción del pueblo…
Grupos numerosísimos de jóvenes, movidos por aquella inquietud febril que se apodera de todos los espíritus en estas ocasiones, recorrían las calles reuniendo adeptos por todas las casas de origen americano, para que no quedase duda de la imponente unanimidad con que la opinión pública exigía la destitución del virrey…
De este modo, la asamblea debía resultar naturalmente compuesta de una inmensa mayoría de patriotas revolucionarios, apoyados por una multitud agitada que se había acumulado en la plaza… la enorme acumulación de las gentes, sin más nombre que el de “pueblo”, que bullía en la plaza…
Pero el pueblo, con aquellas intuiciones de la segunda vista que iluminan los grandes entusiasmos, se había echado en el movimiento con una confianza absoluta en su triunfo…” [4]

Por si acaso, López expresaba:

“Los cuarteles de patricios y de las demás tropas urbanas –decía- estaban en una fermentación que por instantes tomaba las proporciones de una corrida a las armas” [5]

¿Por qué estas expresiones?

“La historiografía clásica primigenia, ecléctica y salomónica, intentaba situarse a medio camino. Mentaba al “pueblo armado”, o las “milicias populares”, a fin de hacer más tolerable al paladar civilista la insoslayable presencia militar, de los “Cuerpos de Guarnición”, con sus Comandantes al frente. Esto es, que introducía en escena una primera “máscara”, la del pueblo protagonista, mediatizándola de inmediato con el co-protagonismo de las “milicias urbanas”. [6]

En sucesivos post se tratará el tema de la participación popular en la Revolución. Por ahora apuntamos que no fue para nada popular.

Visión marxista

Díaz Araujo dice que “esa hipótesis liberal o “clásica”, fue mantenida como dogma intangible e inflexible por la historiografía posterior de signo marxista” y nos da el ejemplo de Norberto Rodríguez Bustamante:

“Empezamos a ser país independiente (sic) con una revolución. Al igual que la francesa de 1789 y la norteamericana de 1776, aunque en mucho menor grado, ella significó aquí y para nosotros, la penetración de las ideas modernas superadoras de los privilegios feudales” [7]

Entonces, dice Díaz Araujo, Mayo es “revolución ideológica con el “feudalismo” (y la “superstición  y el fanatismo”, podría haberse añadido, para no dejar al cristianismo afuera). Visión “social-demócrata”: mitad marxismo, mitad liberalismo” [8]

Los estudios contemporáneos destruyen esta falacia. En el estudio de Brian R. Hamnett se lee:

“En la América Española, la Corona no gobernaba por medio de la nobleza territorial, es decir, la clase latifundista, que era predominantemente criolla. Los dueños de haciendas… no formaban parte integrante de la élite gobernante…
No obstante, las sociedades de la Nueva España y del Perú no fueron sociedades feudales… Los virreinatos americanos no vivieron en un mundo feudal y medieval, sino bajo un sistema post-feudal del “antiguo régimen”, en el cual los principios del absolutismo se entrelazaban con los del corporativismo” [9]

El “Dogma de Mayo” postulado por Estevan Echeverría



El nombre de Mariano Moreno no se mencionaba en la primera época (1810-1852), salvo en las Memorias de su hermano Manuel. En cambio, “si se recorre lo escrito –dice Raúl A. Molina- después de la batalla de Caseros se advierte ya el panegírico de Mayo y muy particularmente de Mariano Moreno, que dura casi todo el resto del siglo…” [10]

Estevan Echeverría parece ser el primero en postular las tres proposiciones falsas referidas al mito de Mayo:

1°) “En Mayo de 1810 se inauguró en el Plata la revolución de la Independencia”

2°) “En Mayo el pueblo empezó a existir como pueblo. Su condición de ser experimentó una transformación repentina. Como esclavo, estaba fuera de la ley del progreso, como libre entró rehabilitado en ella”.

3°) “Mayo echó por tierra la barrera que nos separaba de la comunión de los pueblos cultos” [11]


El mito de “los trescientos años del despotismo” hispano

El primero que comenzó con este mito fue Mariano Moreno, quien en el “Prólogo” a la reedición castellana del “Contrato Social” de Rousseau, afirmaba que el ginebrino fue el primero que “disipando completamente las tinieblas con que el despotismo envolvía sus usurpaciones, puso en clara luz los derechos de los pueblos”.

El otro escritor fue el Deán Gregorio Funes quien en su “Historia Civil” publicada en 1816 escribía:

“La Revolución norteamericana, y la reciente de la Francia habían suscitado entre nosotros los derechos naturales del hombre”. Luego condenará los “trescientos años de esclavitud”.

A modo de conclusión

1. La historiografía liberal que deplora la figura de Saavedra utliza SOLAMENTE sus Memorias para fundar su posición "civilista y democrática" de la Revolución del 25, Memoria que no esta apoyada en ningún otro documento desapasionado, pues Cisneros y Salzar, este último del Apostadero Naval de Montevideo, siguen la línea de Saavedra en cuanto a la "Mascara de Fernando VII"

2. La historiografía no confirma la "Mascara de Fernando VII", o sea, juramentar públicamente fidelidad al rey cautivo con la clara intención de no guardar sus augustos derechos sobre las Indias.

3. La Revolución de Mayo NUNCA buscó la Independencia del Virreinato sino más bien la Autonomía, un contrato entre nuevas bases, entre el Rey y sus vasallos americanos.

4. La Revolución de Mayo no la hicieron los letrados sino que la acompañaron. La Revolución la hicieron los patricios comandados por Saavedra y especialmente fue Chiclana quien impuso gran parte de las condiciones revolucionarias.

5. La Revolución no fue para cambiar el sistema político y social imperante sino para CONSERVARLO de los sanguinarios y ateos revolucionarios franceses.

6. No hubo participación del "pueblo" como lo entendemos hoy. Solo hubo una vanguardia civil-militar que acompañó el proceso. Fue una revolución ARISTOCRÁTICA, no popular.

7. La Revolución fue "usurpada" (palabras de un médico mendocino testigo del proceso revolucionario) por Mariano Moreno y sus secuaces, que le dieron un tono sangriento y despiadado.

NOTAS
[1] DÍAZ ARAUJO, Enrique: Mayo Revisado. T. I. Buenos Aires, Editorial Santiago Apostol, 2005, p.41.

[2] SAAVEDRA, Cornelio: “Memoria Autógrafa”, en: VARIOS AUTORES: Los años de la emancipación política. Colección dirigida por Adolfo Prieto. Rosario, Editorial Biblioteca, 1974, pp. 72, 73, 75.

[3] DIAZ ARAUJO, Enrique: ob. cit., p.45.

[4] LOPEZ, Vicente F.: Historia de la República Argentina, su origen, su revolución y su desarrollo político hasta 1852. Nueva Edición, Buenos Aires, La Facultad, 1911, t° III, pp. 9, 10, 21, 22, 23, 27, 28.

[5] Ibidem, p.45, 46.

[6] DIAZ ARAUJO, Enrique: ob. cit., p.47.

[7] RODRIGUEZ BUSTAMANTE, Norberto: Prefacio, a: Hombres de Argentina. I – De Mayo a Caseros. Buenos Aires, Eudeba, 1962, p.10.

[8] DIAZ ARAUJO, Enrique: ob. cit., p.47.

[9] HAMNETT, Brian R.: Revolución y Contrarrevolución en México y el Perú. Liberalismo, Realeza y Separatismo (1800-1824). México, FCE, 1978, p.10.

[10] MOLINA, Raúl A.: “La primera polémica sobre la Revolución de Mayo. Antecedentes del proyecto de monumento a los autores de la Revolución de Mayo. 1826”, en: Historia. Buenos Aires, XVI, n° 49, octubre-diciembre 1967, pp. 41-42.

[11] HALPERIN DONGHI, Tulio: El pensamiento de Echeverría. Buenos Aires, Sudamericana, 1951, pp. 114, 115, 117.