lunes, 21 de febrero de 2011

De la Monarquía Católica a la territorial y la guerra civil en América

En general, los hispanoamericanos no se suelen hacer cargo de que lo mismo su afrancesamiento espiritual, que su sentido secularista del gobierno y de la vida, que su afición a las ideas de la Enciclopedia y de la Revolución son herencia española, hija de aquella extraordinaria revisión de valores y de principios que se operó en España en las primeras décadas del siglo XVIII y que inspiró a nuestro gobierno desde 1750. Y es que los libros escolares de Historia no suelen mostrarles que las ideas y los principios son antes que las formas de gobierno.

Los principios han de ser lo primero, porque el principio, según la Academia, es el primer instante del ser de una cosa. No va con nosotros la fórmula de "politique d'abord", a menos que se entienda que lo primero de la política ha de ser la fijación de los principios. Aunque creyentes en la esencialidad de las formas de gobierno, tampoco las preferimos a sus principios normativos. La prueba la tenemos en aquel siglo XVIII, en que se nos perdió la Hispanidad. Las instituciones trataron de parecerse a las de mil seiscientos. Hasta hubo aumento en el poder de la Corona. Pero nos gobernaron en la segunda mitad del siglo masones aristócratas, y los que se proponían los iniciados, lo que en buena medida consiguieron, era dejar sin religión a España.

La impiedad, ciertamente, no entró en la Península blandiendo ostensiblemente sus principios, sino bajo la yerba y por secretos conciliábulos. Durante muchas décadas siguieron nuestros aristócratas rezando su rosario. Empezamos por maravillarnos del fausto y la pujanza de las naciones progresivas: de la flota y el comercio de Holanda e Inglaterra, de las plumas y colores de Versalles. Después nos asomamos humildes y curiosos a los autores extranjeros, empezando por aquel Montesquieu que tan mala voluntad nos tenía. Avergonzados de nuestra pobreza, nos olvidamos de que habíamos realizado, y continuábamos actualizando, un ideal de civilización muy superior a ningún empeño de las naciones que admirábamos. Y como entonces no nos habíamos hecho cargo, ni ahora tampoco, de que el primer deber del patriotismo es la defensa de los valores patrios legítimos contra todo lo que tienda a despreciarlos, se nos entró por la superstición de lo extranjero esa enajenación o enfermedad del que se sale de sí mismo, que todavía padecemos.

Mucho bueno hizo el siglo XVIII. Nadie lo discute. Ahí están las Academias, los caminos, los canales, las Sociedades económicas de los Amigos del País, la renovación de los estudios. Embargados en otros menesteres, no cabe duda de que nos habíamos quedado rezagados en el cultivo de las ciencias naturales, porque, respecto de las otras, Maritan estima como la mayor desgracia para Europa haber seguido a Descartes en el curso del siglo XVII, y no a su contemporáneo Juan de Santo Tomás, el portugués eminentísimo, aunque desconocido de nuestros intelectuales, que enseñaba a su santo en Alcalá. El hecho es que dejamos de pelear por nuestro propio espíritu, aquel espíritu con que estábamos incorporando a la sociedad occidental y cristiana a todas las razas de color con las que nos habíamos puesto en contacto. Ahora bien, el espíritu de los pueblos está constituido de tal modo, que, cuando se deja de defender, se desvanece para ellos.

No vimos entonces que la pérdida de la tradición implicaba la disolución del Imperio, y por ello la separación de los pueblos hispanoamericanos. El Imperio español era una Monarquía misionera, que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía católica. Desde el momento en que el régimen nuestro, aun sin cambiar de nombre, se convirtió en ordenación territorial, militar, pragmática, económica, racionalista, los fundamentos mismos de la lealtad y de la obediencia quedaron quebrantados. La España que veían, a través de sus virreyes y altos funcionarios, los americanos de la segunda mitad del siglo XVIII, no era ya la que los predicadores habían exaltado, recordando sin cesar en los púlpitos la cláusula del testamento de Isabel la Católica, en que se decía: "El principal fin e intención suya, y del Rey su marido, de pacificar y poblar las Indias, fue convertir a la Santa Fe Católica a los naturales", por lo que encargaba a los príncipes herederos: "Que no consientan que los indios de las tierras ganadas y por ganar reciban en sus personas y bienes agravios, sino que sean bien tratados". No era tampoco la España de que, después de recapacitarlo todo, escribió el ecuatoriano Juan Montalvo: "¡España, España! Cuanto de puro hay en nuestra sangre, de noble en nuestro corazón, de claro en nuestro entendimiento, de ti lo tenemos, a ti te lo debemos".

Esta no es la doctrina oficial. La doctrina oficial, premiada aún no hace muchos años con la más alta recompensa por la Universidad de Madrid en una tesis doctoral, la del doctor Carrancá y Trujillo, afirma solemnemente que: -"Por la índole de su proceso histórico, la independencia iberoamericana significa la abnegación del orden colonial, esto es, la derrota política del tradicionalismo conservador, considerado como el enemigo de todo progreso". Pero que este proyecto haya podido sancionarse, después de publicada en castellano la obra de Mario André "El fin del Imperio español en América", no es sino evidencia de que, con el espíritu de la Hispanidad, se ha apagado entre nosotros hasta el deseo de la verdad histórica.

La guerra civil en América

La verdad, aunque no toda la verdad, la había dicho André: "La guerra hispanoamericana es guerra civil entre americanos que quieren, los unos la continuación del régimen español, los otros la independencia con Fernando VII o uno de sus parientes por Rey, o bajo un régimen republicano". ¿Pruebas? La revolución del Ecuador la hicieron en Quito, en 1809, los aristócratas y el obispo al grito de ¡Viva el Rey! Y es que la aristocracia americana reclamaba el poder, como descendientes de los conquistadores, y por sentirse más leal al espíritu de los Reyes Católicos que los funcionarios del siglo XVIII y principios del XIX. "No queremos que nos gobiernen los franceses", escribía Cornelio Saavedra al virrey Cisneros en Buenos Aires, en 1810. Montevideo, en cambio, se declaró casi unánimemente por España. Se exceptuaron los franciscanos, cuyo convento hizo formar a los soldados el gobernador Elío. ¿Por qué cruzó los Andes el argentino San Martín? Porque los partidarios de España recibían refuerzos de Chile. Pero desde 1810 hasta 1814 España, ocupada por las tropas francesas, no pudo enviar fuerzas a América. Y, sin embargo, la guerra fue terrible en esos años en casi todo el continente. ¿Quienes peleaban en ella, de una y otra parte, sino los propios americanos?

El 9 de julio de 1816 proclamó la independencia argentina el Congreso de Tucumán. De 29 votantes eran 15 curas y frailes. El Congreso, se inclinaba también a la Monarquía. Lo evitó el voto de un fraile. En cambio, los clérigos de Caracas se pusieron al principio de la lucha al lado de España. Verdad que la pugna por la independencia había sido iniciada en Venezuela por un club jacobino. Los llaneros del Orinoco pelearon al principio con Boves por España, después con Paéz por la independencia. Luego el gobierno de Caracas, como muchos otros gobiernos americanos, juró solemnemente con el cargo "defender el misterio de la Inmaculada concepción de la Virgen María Nuestra Señora". Ya en 1816, el general Morillo, a pesar de estar persuadido de que: "La convicción y la obediencia al Soberano son la obra de los eclesiásticos, gobernados por buenos prelados", había aconsejado enviar a España a los dominicos de Venezuela. ¿Y en Méjico? Si el movimiento de 1821 triunfó tan fácilmente fue porque se trató de una reacción: "Contra el parlamentarismo liberal dueño de España, desde que, tras las revoluciones militares iniciadas por Riego, Fernando VII fue obligado a restablecer la Constitución de 1812". Los tres últimos virreyes y las cuatro quintas partes de los oficiales españoles de guarnición en Méjico eran masones.

La situación está pintada por el hecho de que Morillo, el general de Fernando VII, era volteriano, y Bolívar, en cambio, aunque iniciado en la masonería cuando joven, proclamaba en Colombia el 28 de septiembre de 1827, que: "La unión del incensario con la espada de la ley es la verdadera arca de la alianza". Y en su mensaje de despedida dirigió al nuevo Congreso esta recomendación suprema: "Me permitiréis que mi Ultimo acto sea el recomendaros que protejáis la Santa Religión que profesamos, y que es el manantial abundante de las bendiciones del cielo". Esta historia no se parece a la que los españoles e hispanoamericanos hemos oído contar. Pero André la ha sacado del Archivo de Indias y de documentos originales, y ello no muestra sino que la historia está por rehacer. Durante los largos años de la revolución por la independencia, algunos políticos y escritores hispanoamericanos, propagaron, como arma de guerra la leyenda de una América martirizada por los obispos y virreyes de España. Como su partido resultó vencedor, durante todo el siglo XIX se continuó propalando la misma falsedad y haciendo contrastes pintorescos entre "Las tinieblas del pasado teocrático y las luminosidades del presente laico". Lo más grave es que un historiador tan serio como César Cantú, había escrito sobre la conquista de Nueva Granada, no obstante existir, desde 1700, la curiosísima historia, ahora reeditada del dominico Alonso de Zamora, que: "Los pocos indígenas que sobrevivieron se refugiaron en las Cordilleras, donde no les podían alcanzar ni los hombres, ni los perros, y allí se mantuvieron muchos siglos hasta el momento -momento que la Providencia hace llegar más pronto o más tarde- en que los oprimidos pudieron exigir cuentas de sus opresores". Verdad que en otro tomo de su historia se olvida de su bonita frase y reconoce que en Nueva Granada había a principios del siglo XIX unos 390.000 indios y 642.000 criollos, además de 1.250.000 mestizos, que no vivían seguramente fuera del alcance de los hombres y de los perros.

Ramiro de Maetzu

domingo, 20 de febrero de 2011

Comentario sobre el nuevo blog "Un bicentenario distinto"

Estimados lectores

Les comento que en el nuevo blog http://bicentenariodistinto.blogspot.com/ aparece el link de esta humilde bitácora en "Leyenda Rosa Revisionista". Por medio de un comentario, le he pedido que me saqué de sus links, ya que la incorporación es sumamente tendenciosa. Lo que ha hecho el administrador de este blog ES ELIMINAR EL COMENTARIO CON MI PEDIDO, por lo que, siendo censurado, acudo a este medio extremo:

No es de caballero eliminar un comentario en el que le pido y exijo que saqué el link de mi blog del suyo. Ha actuado de manera cobarde y sin sentido alguno. Lamentablemente, ha confundido las discusiones historiográficas, que pueden ser opuestas pero fructíferas (siempre que haya buena voluntad, lo que de ud. parece que no la hubiera), con discusiones dogmáticas.

Lamento este tipo de circunstancias que degradan a la verdad histórica.

Atentamente, en Cristo.

lunes, 14 de febrero de 2011

Crítica al artículo “El Cid, Rosas y la cuestión dinástica práctica”

Respuesta al artículo El Cid, Rosas y la cuestión dinástica de Mario Bianchetti

He leído atentamente este texto y no he podido determinar por donde va su análisis: ¿es un texto que intenta hacer Historia o utilizando los hechos históricos intenta ser argumentativo? Adjunto mi humilde crítica.

El texto dice:

“Los distingue el fin al que aplicaron sus capacidades: mientras el Cid sólo acumula triunfos y tierras para Dios, su Patria y su Rey, Rosas pacifica y consolida la unidad territorial para la revolución, como lo testimonia la presencia de tantos revolucionarios en su gobierno, como Manuel Moreno representando a la Confederación en Inglaterra, Sarratea en Francia, Tomás Guido en Río de Janeiro, Vicente López y Planes, Felipe Arana, Tomás Manuel de Anchorena y tantos otros, como así mismo sus propias palabras que reproducimos en esta nota.”

Si hablamos de Historia, la presencia de estos personajes para nada testimonian una actitud revolucionaria. Lo mismo podríamos decir de Godoy o Floridablanca. Nunca podríamos afirmar que, ni Carlos IV ni Fernando VII eran revolucionarios por el solo hecho de tener en su Corte gran cantidad de funcionarios afiliados a la masonería.

“Mientras el Cid —cuando la multitud quiere coronarlo Rey— entrega a Alfonso la corona de Valencia, Rosas es quien instaura en estas tierras el festejo del "Día de la Independencia", que muestra a las claras sus intenciones revolucionarias.”

Aquí se utiliza el binomio independencia = revolución que no necesariamente son los mismo. Una cosa es independencia y otra revolución. La independencia se puede hacer para conservar los intereses del reino y la revolución puede no ser independentista, tal la actitud del morenismo en el Río de la Plata. Tampoco este es un dato para considerar. Dice Richard Konetzke:

“dentro de la historia universal-, se presenta la emancipación hispanoamericana como un ejemplo de otros, donde un Real patrimonio se resiste a participar en la necesaria transformación que sufre la Monarquía del Antiguo Régimen al constituirse en un moderno Estado unitario” [1]

“Y no podemos decir que esto se debe a que el Cid tuvo mejor rey que Rosas a quien serle fiel: Alfonso es regicida, fratricida y perjuro, y sólo logra convertirlo la actitud del héroe; en cambio Rosas tiene nada menos que a Don Carlos V de España, nuestro rey carlista, a quien servir y ofrecer sus conquistas.

Tampoco vamos a comparar enemigos, pero no creo que el partido unitario y sus aliados ingleses fueran más "salvajes" que los temibles moros.”

Una comparación tal sin tener en cuenta las circunstancias y el espíritu de la época solo es dialéctica, para nada histórica. No se pueden comparar en Historia dos personajes que han vivido a siglos de distancia.

"La moral española... obliga a servir al Rey hasta la muerte, en el trono y en el destierro"

¿Hubo en España una Monarquía Absolutista al estilo de la francesa de Luis XIV?

Dice Jaime Delgado parafraseando a Alfonso García Gallo:

“Ahora bien, si el origen último del poder real era Dios, su origen inmediato estaba, en cambio, en el pueblo, el cual había cedido al monarca la soberanía en virtud de un “contrato callado”, que obligaba al rey a tener a sus súbditos en justicia. Tal contrato recibía su formalización en el acto de jura del rey, en el que este se comprometía a guardar los fueros, usos y libertades de los reinos. Lo mismo sucedía en las Indias, donde el juramento real tenía su réplica en el que todo virrey hacía, al visitar por primera vez una ciudad, de guardar los privilegios, franquicias y ordenanzas. Y por lo que se refiere al origen del poder real respecto de los indios, también era de tipo popular, ya que, aparte de la concesión pontificia, se basaba en la aceptación por los indígenas de la soberanía del monarca en el acto del “requerimiento” [2]

Esta doctrina estaba viva en las Indias durante el siglo XVIII. Allí la clase culta siguió aprendiéndola en las universidades, cuyas bibliotecas guardaban cuidadosamente los tratados de Suárez, Molina, Mariana y otros autores, que eran bien leídos en las cátedras.

En España, en cambio, ese pensamiento tradicional sufrió graves desviaciones debido a la influencia del absolutismo borbónico, y de ese modo llegaron a enfrentarse la ideología oficial de la Corona y el pensamiento de la clase cultivada criolla, como se pone de manifiesto en las polémicas surgidas en el seno de los Concilios de México, Lima, Santa Fe y Charcas, celebrados entre 1770 y 1778. [3]

Dos consecuencias implicaba esta doctrina:
  1. la obligación para el rey de gobernar bien y mantener en justicia a sus vasallos; el ejercicio tiránico de la soberanía no podía justificarse, e incluso podía llegar a ocasionar la deposición del monarca
  2. cuando se produjese, por cualquier causa, la falta del soberano, el poder revertía al pueblo, titular habitual de la soberanía. Y precisamente lo que distingue de modo esencial las sublevaciones y movimientos americanos de los siglos XVI, XVII y XVIII de los que se produjeron en 1810 es la distinta motivación que, respectivamente, tuvieron. [4]


“Los que sí lo hacen —argumentando para ello la crítica situación española en la península ocupada por una potencia extranjera— dicen que España no hace nada por sus posesiones americanas. Como si hubiera sido poco hacer la evangelización del vastísimo territorio americano al costo de trescientos años de sangre española, debiéndole a España nada menos que la Fe y la instauración de la Civilización Cristiana en estas tierras, a cuya organización debían hasta la contundente victoria militar de nuestra ciudad obtenida sobre la mayor potencia militar de la época. Dicen con prepotencia y vileza y en un momento trágico de nuestra historia: "España no está haciendo nada por nosotros" —olvidando que "nosotros" también somos España— cuando en verdad debieran decir: ¿Qué estamos haciendo nosotros por España?”

Creo que este juicio es bastante apresurado y habría que precisar un poco más. ¿Quiénes dicen que “España no hace nada por sus posesiones americanas”? ¿Son juicios de la época o juicios actuales? El argumento de quienes han realizado la reacción juntista en América no fue “España no esta haciendo nada por nosotros” pues ellos se consideraban un Reino de la Corona y no de España, no esperaban nada ni de Sevilla ni de Aragón y menos de su rey que estaba preso!. Igualmente si hubiesen pensado así rápidamente se hubiesen declarado independientes, y no fue así. ¿Qué han hecho por España? Es la pregunta. Han guardado los derechos que Fernando VII tenía sobre el Reino de Indias, manteniendo ese “contrato callado” que obligaba al rey a tener a sus súbditos en justicia, como nos dice Alfonso García Gallo.

“Y es esa continuidad con la situación pre-revolucionaria que produce Rosas, la que lleva a muchos a confundir su conducta con la de quienes han sido fieles a Dios y leales a la Patria y a su Rey, como sólo los grandes de la historia.

Esta demostrado que Rosas ha sido fiel a Dios y a su Patria, la de los conquistadores que se habían sometido al suave yugo del Rey de Castilla.

Citamos nuevamente a García Gallo: “Ahora bien, si el origen último del poder real era Dios, su origen inmediato estaba, en cambio, en el pueblo, el cual había cedido al monarca la soberanía en virtud de un “contrato callado”, que obligaba al rey a tener a sus súbditos en justicia. Tal contrato recibía su formalización en el acto de jura del rey, en el que este se comprometía a guardar los fueros, usos y libertades de los reinos. Lo mismo sucedía en las Indias, donde el juramento real tenía su réplica en el que todo virrey hacía, al visitar por primera vez una ciudad, de guardar los privilegios, franquicias y ordenanzas. Y por lo que se refiere al origen del poder real respecto de los indios, también era de tipo popular, ya que, aparte de la concesión pontificia, se basaba en la aceptación por los indígenas de la soberanía del monarca en el acto del “requerimiento”

Si había un contrato entre los descendientes de los conquistadores y la Corona era porque cabía la posibilidad de romperlo si las situaciones –o las interpretaciones de las situaciones- lo disponían. Quienes realizaron el levantamiento juntista en América lo hicieron imitando a España y con la misma intención que España: guardar los derechos de Fernando. Ahora bien, una circunstancia totalmente nueva a la llegada de Fernando al Trono en 1814 trocó esta fidelidad A FERNANDO, porque una cosa era Fernando y otra la investidura que tenía Fernando, por ello este contrato callado “obligaba al rey a tener a sus súbditos en justicia”, cosa que los revolucionarios consideraron que no sucedía. ¿Fernando VII demostró “guardar los fueros, usos y libertades” del reino de las Indias, tal como esta estipulado?

“Era el momento justo en que Rosas pudo mantener la continuidad natural del poder que sólo puede garantizar la monarquía legítima, en lugar de —en definitiva— haber trabajado para consolidar la revolución. Porque el resultado final de su paso por el poder es la constitución liberal de 1853, constitución que no pudo darse antes porque las caóticas condiciones no lo permitían.”

¿o sea que Rosas pacificó la Confederación para entregarsela a los liberales? ¿Cómo pudo hacer esto si los persiguió y los echo del país? Que el resultado haya sido la Constitución liberal de 1853 no quiere decir que su gestión haya sido con dicha intención.

“Pero leámoslo en sus propias palabras desde el exilio, en 1873, a más de 20 años de Caseros, ya sin apremios y con los resultados de su gestión a la vista: "La base de un régimen constitucional es el ejercicio del sufragio, y esto requiere.... un pueblo... que tenga la seguridad de que el voto es un derecho y a la vez un deber...

Era preciso, pues, antes de dictar una constitución, arraigar en el pueblo hábitos de gobierno y de vida democráticas..... cuando me retiré, con motivo de Caseros – porque había con anterioridad preparado todo..... poniéndome de acuerdo con el ministro inglés – el país se encontraba quizá ya parcialmente preparado para un ensayo constitucional"

Y también afirma, despejando toda duda acerca de sus intenciones: "Otorgar una constitución era un asunto secundario, lo principal era preparar al país para ello, ¡y esto es lo que creo haber hecho!".

La Ciencia Histórica tiene un método. Muchas veces solo se hace uso de las fuentes para argumentar y no hacer Historia. Por ejemplo, la Historiografía Liberal Argentina ha utilizado las Memorias de Saavedra para fundamentar la Teoría de la “Máscara de Fernando VII”. Es verdad que la Memoria de Saavedra habla de una “Máscara” pero toda fuente necesita un análisis crítico interno y en contexto. Gracias a grandes historiadores se sabe que Saavedra al escribir sus Memorias estaba pronto a morir. Por otro lado, en ellas fundamentaba una posición dada luego del 25 de Mayo: la de la independencia. No quería quedar fuera de los honores!. Por último, dicha fuente no tiene ninguna relación con los hechos y con otras fuentes de la época. La única que menciona dicha Máscara es esta Memoria y el Informe despechado de Cisneros y Salazar. Ahora bien, ¿podemos considerar esta carta como una fuente fiable para conocer los designios ocultos de Rosas de instaurar la Modernidad en nuestro país? Rápidamente: pasaron más de 20 años, con sus hechos y sus rápidos cambios mundiales y nacionales.
Para esto es bueno citar el texto de Fernando Romero Moreno:
“Es claro que no dejaba de haber en el pensamiento de Rosas ciertas ambigüedades: invocaciones a la soberanía popular, que por aquel entonces aparecían también en tradicionalistas hispánicos como Aparisi y Guijarro; ambivalencias en torno al librecambismo y al proteccionismo económicos (como en el conservadorismo anglosajón heredero de Burke); expresiones confusas sobre la separación Iglesia – Estado (que consideraba mala por “inoportuna”) o sobre el papel del Concilio en relación al Papa ( que pueden dar pie a una interpretación ortodoxa, pero que suenan extrañas en el lenguaje de aquellos tiempos); cierta visión benévola de la Primera República Española, etc. Pero son ideas sueltas, no necesariamente constantes y que en todo caso desentonan en un cuadro general y firme, de adhesión al Papado, a la Cristiandad, y a la Tradición y que le llevaba a rezar dolorido: “¡Dios nuestro perdonadnos, e iluminad la marcha de los primeros hombres, en las Naciones de la Cristiandad!”

“También confirman su pensamiento revolucionario sus deseos (diríamos que proféticos) acerca de la Monarquía Española, los que expresa en carta dirigida a su amigo Roxas y Patrón en 1869: "el remedio radical para España era cambiar la dinastía. Dicen que ya ha sido proclamada su destitución y que se convocaron las cortes para determinar la forma de gobierno que ha de seguir. Dios quiera que adopten la Democracia Real para dar al mundo un gran ejemplo; y que al hacer jurar el soberano la constitución exijan lo haga bajo la antigua fórmula (cuyas palabras exactas no recuerdo): «Juramos obedecerla si cumpliereis con las leyes que te presentamos - Y si no, no»".

Otra vez un texto que merece un análisis historiográfico: ¿qué significa “Democracia Real” en este contexto?

“Es Rosas quien produce en veinte años la falsa seguridad de que podíamos vivir sin Rey, que es el punto de partida para acabar creyendo que se puede vivir sin Dios.

Sin Rosas, el caos pudo haber provocado en la población la añoranza de España y de su Rey, y con ella su sana reacción; con él, todo quedó borrado en el pasado.”

Perdóneme, pero estas afirmaciones no son para nada históricas. En la Historia no hay lugar al “que hubiera pasado si…”.


NOTAS
[1] KONETZKE, Richard, La condición legal de los criollos y las causas de la independencia, Sevilla, edición separada de Estudios Americanos, 1950, pp.33-37.

[2] GARCÍA GALLO, Alfonso: “El derecho indiano y la independencia de América” En: Revista de Estudios Políticos, Madrid, 1951, número 60, pp.160-161.

[3] GIMENEZ FERNÁNDEZ, Manuel: Las doctrinas populistas en la independencia de América, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1947, p.25.

[4] DELGADO, Jaime: La Independencia americana.

domingo, 13 de febrero de 2011

Analisis de los errores históricos de Norberto Galasso 2

7.
Un despliegue de ideología que yo lo llamo Determinismo Genético. Me pregunto: ¿llevan en la sangre su oligarquía? ¿Los pone como determinados por pertenecer a una clase social? ¿Son los malos?

8.
Nuevamente la ideología en la diferenciación social. Antes que nada quiero aclarar que no existían las clases sociales en América pues este concepto supone una diferenciación social basada en el dinero, cosa que no sucedía en América.

Los absolutistas, para Galasso, son los que tienen el poder, y los antiabsolutistas los que quieren llegar a él. Una visión muy francesa de la historia de nuestro país, en épocas en que la rechazábamos por herética. No solo eso, sino que los absolutistas serían los ricos, los militares, los católicos y los políticos. En el otro lado del ring, estarían los pobres, los comerciantes recién nacidos y laboriosos sin posibilidades de enriquecerse por la opresión monopolista española y no podía faltar la clase obrera o el sector popular. Queda claro que Galasso tomó un esquema hecho por un alemán a mediados del siglo XIX y lo aplicó a la Historia Argentina de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Pero la Historia es realista y nada tiene que ver con estos esquemas.

Los grupos (y no clases sociales) que se disputaban el poder desde las Invasiones inglesas eran: los liberales letrados (nada laboriosos en el campo ni en el comercio) que manejaban un grupo urbano militar con personas, en su mayoría, que habían sido afectadas por las reformas militares de Cisneros y se habían quedado sin trabajo y por jóvenes de familias acomodadas; los alzaguistas, que eran los comerciantes asociados con los monopolistas gaditanos; y por último, los Patricios, único cuerpo militar regular, beneficiado por las reformas militares de Cisneros.

¿Y el sector popular? Nada. Los “chisperos” y “manolos” de French y Beruti no superaban los 600. Los vecinos que asistieron al Cabildo Abierto del 22 fueron alrededor de 500 de 50.000 vecinos de Buenos Aires. Por eso Leiva le preguntó el 25 de Mayo a Balcarse ¿Y donde esta el pueblo? Y Balcarse le contestó ¡¡Se fueron a sus casas porque es la hora de almorzar!! Y si no tienen en cuenta nuestros reclamos tocamos generala y abrimos los cuarteles: ahí van a ver al pueblo!

9.
El historiador argentino Roberto Marfany ha demostrado que quienes formaban parte de la Legión Infernal no eran de menores ingresos sino jóvenes de las familias más acomodadas de Buenos Aires, y que French y Beruti no eran “sindicalistas de la administración pública” como los pintan hoy todos los historiadores progresistas sino ex militares que les dieron de baja por su tendencia pro británica durante las invasiones.

10.
Ahora Galasso:
“los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo  impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios.”

He aquí un error histórico. No son los chisperos y manolos, como grupo político, quienes logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo. Este grupo paramilitar eran mandados por Belgrano y Rodríguez Peña en íntima conexión con los generales Martín Rodríguez y Chiclana, que eran Patricios. El pedido del Cabildo Abierto del 22 fue una jugada política armada en el Cuartel de las Temporalidades entre los patricios y los liberales letrados. Cuando este grupo pide el Cabildo Abierto el virrey Cisneros llama a los Patricios para ver si lo sostenían, y es Saavedra el que dice que no. Si Saavedra decía que sí se acababa la revolución.

También hay que aclarar que el pedido de Cabildo Abierto no es para destituir al virrey, pues eso ya se había pedido directamente sino para tratar el tema de la formación de un gobierno provisional. La jugada política del Cabildo conjuntamente con los cisneristas fue llamar a un Cabildo Abierto para tratar el tema de la destitución del virrey primero y la formación de un gobierno provisional, después.

Creer que el “sector popular” fue el que logró el Cabildo Abierto también es ideológico, pues es creer que el “pueblo” democráticamente presionó a las autoridades para cambiar el régimen despótico por uno democrático, cosa que para nada fue así.
Prosigue Galasso: “Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”.

Nuevamente errores históricos graves. El historiador Roberto Marfany ha demostrado que la Junta del 24 para nada fue tramposa, sino más bien, una vez elegida, hay testimonios de la época que demuestran la algarabía en la Plaza de Mayo. En realidad, fue una transacción política que dejaba al Cabildo Ordinario como mediador. Galasso habla de dos absolutistas, cosa que, para el caso, no lo eran, pues Inchaurregui y Solá, estaban con la destitución del virrey en el Cabildo del 22. Galasso los considera absolutistas por el solo hecho de ser comerciante el primero y religioso el segundo. La idea de la Junta del 24 fue corporativa, estaban representados los grupos de la sociedad porteña: los comerciantes, los religiosos, los militares, los letrados y los funcionarios reales.

La movilización en contra de la Junta del 24 nace en los chisperos y también en los patricios porque el Cabildo Ordinario le había dado a Cisneros el mando de las armas, cosa que era inadmisible. Los revolucionarios podían aceptar a Cisneros, con un voto como todos los demás (eran cuatro a uno) pero ser Jefe de los Patricios no. He aquí la reacción que nace en el Cuartel de las Temporalidades y en la Jabonería de Vieytes y que por medio del grupo paramilitar de los chisperos presiona para el llamado a un nuevo Cabildo Abierto.

Con respecto a Moreno, solo lo que dijo su hermano, Manuel basta:

Muchas horas hacía que estaba nombrado secretario de la nueva Junta, y aún estaba totalmente ignorante de ello, entretenido en casa de un amigo en conversaciones indiferentes. Al cabo de mucho tiempo, en que yo mismo lo había buscado para avisarle lo ocurrido, lo vi entrar en su casa, envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar su nombramiento.” (Moreno, Manuel, 1968, p. 117)

 Por último Galasso: “Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)”

Lo que no dice Galasso es que la lista de los integrantes fue confeccionada por Chiclana, patricio y dependiente de Saavedra.

11.
No es el sector popular el que hace la revolución, como cree Galasso, sino los Patricios, sino los cuales nada podría haberse hecho. Y no la hacen para cambiar la sociedad toda sino para resguardarla de los hechos peninsulares.

13.
Nuevamente la ideología a flor de piel.

“Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.”

¿Cómo prueba que Mitre lo perdió a propósito para mantener un alegato del comercio libre? Aparte hay versiones para nada despreciables que dicen que la parte económica del plan fue realizada por Manuel Belgrano.

14. Rivadavia buscó lo mismo que Moreno: la modificación total de las estructuras religiosas, políticas, económicas y sociales en el Río de la Plata. Rivadavia para nada fue “contrarrevolucionario” como dice Galasso, de hecho es quién deshace el Cabildo como institución representativa del orden hispánico en América.

Analisis de los errores históricos de Norberto Galasso 1



1.
La interpretación de Alberdi, que recoge Norberto Galasso, es muy simplista. Para que los levantamientos revolucionarios en América fuesen “revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.” debía haber en las Indias una coyuntura similar a la de la Francia pre-revolucionaria, cosa que no era así.

Puede decirse que no es necesaria la coyuntura y que solo vasta con infiltrar la ideología liberal para que estalle la revolución tal como la ve Alberdi, pero tampoco esto sucedía en América. Se sabe según investigaciones del historiador Agnes, que, si bien los libros prohibidos ingresaban como agua y que la Inquisición ya nada hacia (según investigaciones del historiador británico Ferns), quienes estaban en capacidad de leerlos eran muy pocos y quienes pudieran ser tentados por ellos, menos aún. No se descarta la idea de que quienes fueran tentados tuvieran influencia política, ahora sí, hablando de Buenos Aires. Pero estos no tenían el manejo de la fuerza y sin ella nada se podía.

Por otro lado, es verdad que las revoluciones americanas fueron contra el absolutismo, pero no contra la monarquía. Aquí hay un grave error de concepto. Absolutismo no necesariamente es Monarquía y viceversa. Puede haber una Monarquía que no sea absoluta, y de hecho la monarquía de los Habsburgo en América no lo fue. Un historiador, no recuerdo el nombre ahora (luego adjunto la cita) decía que si los Austrias no hubiesen gobernado con esa flexibilidad no hubieran podido mantener el Imperio tan extenso. La realidad lo demuestra. El mantenimiento del Imperio no fue por la fuerza sino por la flexibilidad, que nacía de la ley de Alfonso el Sabio, “se acata, pero no se cumple”.

Quienes llevaron a cabo la revolución de Mayo eran una serie de grupos políticos que se venían disputando el manejo de los asuntos del Estado desde las invasiones inglesas. Así, el grupo liberal de los letrados, cuyo jefe era el Dr. Castelli habían sido muy condescendientes en las Invasiones con los ingleses mientras que los otros grupos: los patricios, los funcionarios reales y los alzaguistas lucharon por la Reconquista.  
El 1 de enero de 1809 cuando los alzaguistas buscan destituir al virrey Liniers, junto con los liberales letrados, son los patricios quienes junto a los funcionarios reales lo impiden.
La Semana de Mayo fue el encuentro de tres de estos grupos: patricios, alzaguistas y liberales letrados contra los funcionarios reales, anclados en la tesis sostenida por Castelli pero ejecutada por Saavedra y los suyos. SIN LOS PATRICIOS NO HUBIESE HABIDO REVOLUCIÓN DE MAYO, PUES ELLOS TENÍAN EL MANEJO DE LA FUERZA, TOTALMENTE NECESARIA PARA DESALOJAR A CISNEROS Y LOS SUYOS.

¿Para qué reaccionan los Patricios? Los patricios reaccionan según lo que Saavedra expone al virrey Cisneros:

Señor, son muy diversas las épocas del 1 de enero de 1809, y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V. E. en la proclama de ayer. ¿Y qué, señor? –¿Cádiz y la isla de León son España?- ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León?- ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León que son parte de una de las provincias de Andalucía?- No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio a V. E. (la Junta Central) dio autoridad para mandarnos, ya no existe; de consiguiente V. E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse” Eso mismo sostuvieron todos mis compañeros” (Saavedra, Cornelio, 1974, pp. 71-72).

Queda claro en esta cita de Saavedra que la reacción de los patricios (no así seguramente de los grupos que los acompañaban) fue para no seguir la suerte de España ni ser dominados por los Franceses, considerados en estas tierras por la mayoría de la población, como unos herejes.

La reacción se dio dentro del esquema jurídico español tradicional, tal como lo expone Juan Germán Roscio, Secretario de Estado de la Suprema Junta Conservadora de los Derechos del Señor Don Fernando VII en Venezuela, en una carta al Gobernador inglés de la Isla Curazao, Teniente General Layard:

“Hemos desconocido como ilegítimos e ineptos para reinar en estos dominios a los cuatro o cinco individuos que obtuvieron el título de Regencia en la Isla de León. Establecidos sin noticia ni conocimiento de las Américas y contra la forma constitucional del Reino, ningún derecho adquirieron para exigir de nosotros el homenaje tributado y debido a la Real Persona de Fernando VII. Ni los miembros de la Junta Central que les dieron el título de Regencia, tuvieron jamás poder para este nombramiento
Agotado entonces el sufrimiento de este fiel y honrado pueblo, usó de su derecho, rehusó prostituir su obediencia y vasallaje, se consagró de nuevo a su adorado Rey el Señor Don Fernando VII; estableció un nuevo Gobierno conservador de sus derechos
Por el contrario las relaciones serviles que pretenden y procuran los nuevos gobernantes (de la Isla de León) son opuestos a la libertad e igualdad de esta parte integrante y esencial de la Corona; son incompatibles con los derechos cardinales de su descubrimiento y adquisición establecidos en la Bula de Alejandro VI y en la 1 s. t.s. libro III de las recopiladas para estos dominios. Sobre estos elementos constitucionales está fundado el privilegio que tienen los españoles de este Nuevo mundo, los descendientes de los Descubridores y primeros pobladores para conservarlo por sí mismos en las críticas circunstancias del día y mantenerlo ileso para su legítimo soberano. Procurar otra cosa mientras no logramos su restitución al trono o mientras por el voto libre y general de todos sus vasallos no se fije un centro de poder representativo de su Real Persona en toda la extensión de sus dominios, es atentar contra la Majestad y Soberanía de las Leyes elementales de nuestra constitución.” (Mendoza, Cristobal, 1962, p. 298)

2.
Fernando, príncipe de Asturias y sucesor a la Corona española, dice Galasso, era “promesa  de democracia”.
En Historia, hoy y dada la ideologización a la que esta siendo sometida, debemos aclarar cada concepto en su justa medida. Si decimos, como lo hace Galasso, que Fernando era promesa de democracia, debemos aclarar, que entendemos por democracia sino lo estamos utilizando para fundamentar una situación actual. Este tipo de pensadores en realidad buscan en el pasado una justificación al pensamiento del presente. Si los próceres de mayo buscaron la democracia, nuestra identidad nacional radica allí, en consecuencia, debemos defender la democracia para no traicionar nuestra identidad y ser otra cosa. Así no se puede hacer Historia porque se desvirtúa toda la realidad.

Fernando era llamado por el pueblo español y americano, “el Deseado”. Hartos de las políticas corruptas del godoísmo y de los desastres internacionales, vieron en el hijo de Carlos IV un rey que gobernaría para beneficio de su pueblo. Por su parte, los americanos vieron en él un gobernante con quien podrían firmar un nuevo pacto tal como había sucedido entre los conquistadores y los reyes españoles en el siglo XVI. Este nuevo pacto reclamaría más autonomía en el manejo de los asuntos de gobierno, tal como se gozaba bajo los Austrias, y que los Borbones en el poder, habían relegado en pos de una centralización. Por ello, yo no diría que Fernando era promesa de democracia sino de autonomía, porque no se buscó en la Revolución Americana un cambio radical en las estructuras religiosas, políticas, económicas y sociales como sí sucedió en 1789 en Francia, sino solamente más autonomía en la política y en la economía, pero siempre dentro del orden hispano tradicional.

3.
Creo que lo he aclarado en el primer punto.

4.
En este punto se ve la corriente que subyace al pensamiento de Galasso. Él es marxista y como buen marxista, es evolucionista.

En principio, estamos de acuerdo en el carácter democrático de la guerra de independencia, si por democracia entendemos una reacción de tipo popular y bastante espontánea. ¿Fue una reacción democrática y liberal? Eso si que no fue, pues el pueblo se levantó al grito desesperado de ¡Vasallos a las armas! ¡Qué se llevan al Infante! (Ballesteros y Beretta, Antonio, 1934, p.14) y no “¡Vasallos a las armas! ¡Matemos al Infante!”. También estoy de acuerdo que impugna a las instituciones absolutistas, pero cuidado acá. Galasso dice “viejas instituciones absolutistas” dando a entender que los Austrias también lo fueron. Acá disiento y veo la mano de la ideología: Absolutismo-revolución popular-intento de instauración de la democracia-la oligarquía gana el proceso y se “derechiza” como dice Galasso-lucha entre burguesía y proletariado.

La Monarquía de los Austrias no fue para nada la de los Borbones. La finalidad de ambas cambió radicalmente. Mientras la primera buscaba la Evangelización que justificaba su presencia en América (un gran ejemplo de esto es cuando la Corte le propone a Felipe II dejar las Filipinas porque dan pérdidas y él se niega porque todavía no esta evangelizada), la segunda buscaba la grandeza del Imperio por la acumulación de metálico. Para lograr puso en marcha una serie de Reformas que centralizaron el poder y le sacaron el poder de que gozaban en los primeros tiempos.
El Estado de los Austrias une un estado patrimonial, paternal. El de los Borbones fue un estado nacional unitario y centralista. Aquí radica la gran diferencia.

6.
Si por derechizarse Galasso quiere decir que el Consejo de Regencia, por liberal y centralista, quiere someter a América como una colonia, estoy totalmente de acuerdo. Pero lo que no ve Galasso es que la ideología del Consejo de Regencia es lo que él llama “democrática”. Estos son los liberales españoles ganados por las logias masónicas británicas.

jueves, 10 de febrero de 2011

Exposición de los errores históricos de Norberto Galasso

¿Quién es Norberto Galasso? Wikipedia nos dice de él:

Norberto Galasso (Buenos Aires, 28 de julio de 1936) es un ensayista e historiador revisionista argentino. Estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como contador, en 1961. A fines de los años cincuenta, sus inquietudes políticas lo impulsaron a leer a Marx, Trotsky, entre otros, y se familiarizó con los conceptos de lucha de clases, plusvalía, explotación. Ha aportado al pensamiento nacional y popular.


El aporte de Galasso en cuanto al tema que nos ocupa, la Revolución de Mayo, lo encontramos en un texto titulado "25 de Mayo de 1810: ¿Golpe pro-británico o revolución democrática?" publicado en Cuadernos para la Emancipación en el año 2002.

A continuación detallo los errores históricos de este texto y en otro post intentaré responder históricamente a estos desvios.

Los errores históricos de Galasso

1. Significado de las Revoluciones Americanas en general y de la de Mayo en particular:

Siguiendo la interpretación de Juan Bautista Alberdi, la revolución de mayo “se trataría, en todos los casos, -no de revoluciones separatistas, independentistas – sino de revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.”

2. Fernando, príncipe de Asturias y sucesor a la Corona española, “promesa de democracia”:

“Asimismo, en la casi totalidad de las revoluciones, las juntas triunfantes juraban por Fernando VII y recién años después -cuando Fernando VII, que era promesa de democracia, gira a la derecha y reprime brutalmente a los revolucionarios a partir de l8l4”

3. La Revolución en el Río de la Plata integrado a la Revolución Francesa de 1789:

En principio, pues, en el Río de la Plata, se trataría de un movimiento que integraría el proceso de cambio que recorre toda Hispanoamérica por entonces, bajo la influencia tanto de la revolución española de l808 como de la Francesa de 1789.”

4. Carácter democrático de la guerra por la independencia en España:

Se trata de una revolución nacional, contra el invasor, defendiendo la soberanía de España, pero inmediatamente asume al mismo tiempo otro carácter: el pueblo se organiza en Juntas y reclama, entonces, no sólo expulsar a los franceses, sino sus derechos democráticos impugnando las viejas instituciones absolutistas. Las juntas diversas unifican su representación en la Junta Central de Sevilla. Así, 1808 es el 89 español. Estas juntas, en su propósito de ser coherentemente democráticas, declaran -el 22 de enero de 1809- que “las tierras americanas no son colonias sino provincias”, iguales a las de España, por lo cual, al convocarse a las cortes constituyentes, se les reconoce representación. Y más aún: la Junta de Cádiz, el 28/2/1810, informa a los americanos de los cambios producidos y les señala que la Junta que ellos han constituido debe ser modelo que deben tomar en América, es decir, los incita a formar Juntas. Esta información no es demasiado conocida, pero sí puede recordarse que el levantamiento del 1º de enero de 1809, en Buenos Aires, aunque de contenido españolista contra la preponderancia francesa, proclama: “Juntas como en España”.

5. Integración de los movimientos revolucionarios peninsulares y americanos:

“Esto significa que la revolución que recorre el territorio español, se extiende a América, explicándose por esta razón la sincronía de los levantamientos insurreccionales (La Paz l809, Caracas, Buenos Aires, Chile y Nueva Granada en 1810, Méjico, Paraguay y la Banda oriental, en l811). A la luz de esta interpretación resulta coherente, tanto la metodología juntista, como también la jura por Fernando, a quien tanto en España como en América se juzga una posibilidad democrática, deslindándolo del resto de la familia real corrompida.”

6. Causas del estallido revolucionario:

“El levantamiento de las nuevas banderas democráticas se torna urgente en América cuando en España el proceso se derechiza con la disolución de la Junta central de Sevilla y la instalación del Consejo de Regencia, al mismo tiempo que Napoleón domina ya casi todo el país ibérico. Ambas noticias llegan a América en los primeros meses de l8l0 y apresuran los estallidos revolucionarios.”

7. Determinismo genético:

“los godos”. Sus apellidos interesan porque luego reaparecen integrando la oligarquía argentina: Martínez de Hoz, Pinedo, Alzaga, Santa Coloma, Sáenz Valiente, Ocampo, Lezica, Beláustegui, Arana, Oromí, Ezcurra...”

8. Diferentes “clases sociales” en la Revolución:
Los absolutistas:
  1. comerciantes monopolistas
  2. el virrey, los oidores y los funcionarios reales
  3. “cúpula eclesiástica”
  4. “alguna fuerza armada”

Los antiabsolutistas y democrático:
  1. “comerciantes nuevos” formados a expensas de la relacion comercial con Inglaterra.
  2. “pequeña burguesía”
  3. “sectores populares”

9. Fines y medios revolucionarios:

“…que el pueblo gobierne a través de sus representantes, asegurando los derechos del hombre y del ciudadano, la libertad de imprenta y el libre pensamiento, integrando el movimiento al estallido que conmueve por entonces al resto de la América Española e incluso, también al de España si allí prevalecen las fuerzas modernizadoras. En esa pequeña burguesía se destacan varios abogados, como Moreno, Castelli, Belgrano y Paso, con el apoyo de unos seiscientos activistas que pertenecen a los sectores sociales de menores ingresos, conocidos como “Los Chisperos”, “La Legión Infernal”, o “los manolos”, en las crónicas españolas. Allí, liderando, se encuentran French, cartero de la ciudad y Berutti, empleado de la Tesorería del Gobierno.”

10. El sector popular:

“En los sucesos que se desarrollan en la semana de Mayo, los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios. Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”. Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)”

11. “Clase social” que hace la revolución:

“No existe duda de que el sector popular, como cabeza del frente democrático, impone a la Primera Junta para reemplazar al virrey.”

12. Finalidad de la lealtad a Fernando VII:

“Sus integrantes juran, entonces, en nombre del Rey Fernando VII porque éste resulta aún una posibilidad democrática tanto para los españoles liberales como para los americanos de la misma filiación ideológica.”

13. Ideología:

“Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.”

14. Contraposición entre burguesía criolla revolucionaria (Moreno) y burguesía criolla contrarrevolucionaria (anglos, Rivadavia y García)

El texto completo se puede ver en
http://www.discepolo.org.ar/node/45